Cela y Wenceslao

Edición conmemorativa publicada en 1985

«Wenceslao, con su pinta de señorito, de pollo pera se decía en sus años mozos, llevaba dentro un sentimental vergonzante, un sentimental que jamás hubiera querido reconocerlo ni menos aún declararlo». CJC.

Hoy, en el vigésimo aniversario de la muerte de Camilo José Cela (1916-2002), efeméride que ha pasado con más pena que gloria, he recordado que en 1985 el autor de «La colmena» escribió unas notas (a las que pertenecen las lineas iniciales) para conmemorar el centenario del nacimiento de su colega Wenceslao Fernández Flórez (1885-1964). Esas consideraciones de CJC, manuscritas con su peculiar y minuciosa caligrafía en papel timbrado de la Real Academia Española, tenían por destino una edición especial de El bosque animado (la obra cumbre de WFF), publicada por la Librería Arenas de A Coruña. En realidad, es la misma versión de la novela que aparece en la Colección Austral desde 1965.

Primera hoja del manuscrito de CJC publicado en 1985
Segunda hoja del manuscrito de CJC publicado en 1985
Tercera hoja del manuscrito de CJC publicado en 1985

Las tres cuartillas de Cela, que recuperamos aquí, aparecen reproducidas al inicio del libro, en cuya cubierta se resalta la colaboración especial del que, cuatro años después, sería galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Señalaba entonces Cela algo que probablemente le hubiera gustado sentir a él mismo en días como hoy: «Para mí tengo que a Wenceslao, desde el otro mundo, le gustaría saberse recordado por sus paisanos».

A CJC, según leo y veo en algunas fotos, hoy le han rendido homenaje algunos representantes políticos e institucionales, en un acto protocolario y un tanto desangelado. Al menos esa mi impresión desde la lejanía. Es un lugar común constatar que a muchos grandes escritores, y Cela lo fue sin duda, les eclipsa con frecuencia el personaje que crearon a lo largo de su vida. CJC, especialmente en sus últimos años, tejió en torno a él una figura deliberadamente antipática y provocativa, extraliteraria. No sé si es la única razón del olvido en que permanece su obra, pero parece indudable que ha contribuido a favorecer esa amnesia.

Tuve la ocasión de tratarle de cerca, por distintos motivos profesionales, y creo que ese sentimental escondido y vergonzante, que él creyó descubrir en Wenceslao, tenía bastante del propio Cela. Doy fe. Al menos de aquel Cela, que como Wenceslao, comenzó como joven poeta, «Pisando la dudosa luz del día», esa incierta y crepuscular hora gongorina.

P. S. Estas líneas las publiqué ayer, 17 de enero de 2022, en Facebook. Hoy, al transcribirlas aquí, me he encontrado con distintos artículos sobre el aniversario de CJC. En la revista Vanitatis he leído una «Carta abierta de Marina Castaño [su segunda y última esposa] a Camilo José Cela en el aniversario de su muerte: veinte años no es nada». Sin hacer juicios de valor sobre sus comentarios, que para eso ya están las redes sociales, creo que de esta reseña de la viuda de Cela (hoy casada de nuevo) se desprenden explicaciones que ayudan a entender mejor lo que apuntaba más arriba. Otra vez, el personaje le hace la puñeta al escritor.

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