De sidras por el mundo

La sidra asturiana ya puede presumir con fundamento de ser mundial por obra y gracia de la UNESCO. En el Principado, con todos sus tópicos y grandonismos a cuestas, se usa con generosidad este adjetivo —mundial—, destinado a alguien o a algo que nos cae en gracia y resulta especialmente digno de elogio y reconocimiento por sus virtudes. En distintos diccionarios de asturiano aparece reflejada esta sutil acepción del término mundial, que tiene también connotaciones afectivas, irónicas y hasta humorísticas, según los casos.

Botellas de sidra expuestas hoy en los estantes de un supermercado madrileño del barrio de Salamanca.

Mundial, nada menos. La sidra ya gozaba desde tiempo inmemorial de este título propio, familiar y entrañable a la vez, pero desde hoy, la UNESCO certifica oficialmente esa condición hasta ahora casera. Tras más de una década de esperas y solicitudes, la sidra ya ye mundial, según proclaman en sus titulares los medios de comunicación que apoyaron con entusiasmo la propuesta institucional auspiciada por España ante la UNESCO. Una candidatura muy bien arropada desde Asturias y finalmente ganadora en la reunión plenaria celebrada este miércoles por la UNESCO en Asunción, la capital de Paraguay. Junto a la sidra, otros dieciséis aspirantes a esta distinción lograron también sumarse en la misma sesión a la curiosa y extensa lista de bienes culturales considerados patrimonio inmaterial de la Humanidad.

El discurso en asturiano de la consejera de Cultura del Principado, Vanessa Gutiérrez, resultó especialmente emotivo, al igual que la intervención de Nancy Ovelar Gorostiaga, embajadora de Paraguay en la UNESCO, quien cantó desde la mesa presidencial los primeros versos del Asturias de Pedro Garfia y Víctor Manuel.

La proclamación de la candidatura asturiana puede verse a partir del 2:09:47

No hay erudito asturiano que se precie que no haya escrito en torno a la cultura de la sidra y su significado. La bibliografía es muy abundante en todos los géneros, desde el libro Sidra y manzana de Asturias, de José Antonio Fidalgo, hasta los Sonetos de la sidra, escritos por Mauro Muñiz e ilustrados por Florentino de Caso, por citar solo un par de ejemplos elegidos casi al azar.

Este verano incorporé a la incipiente biblioteca de temas asturianos que estoy reuniendo en mi casa de Les Arriondes un ejemplar de esta última obra, la de Mauro Muñiz, publicada en 1998 por el Ateneo Jovellanos de Gijón, con prólogo de Pedro de Silva.

El concejo de Parres, como casi todos los del Principado, tiene una gran tradición sidrera, con lagares legendarios como Casa Basilio, cuyos orígenes se remontan a 1890. En Arriondas* abundan también las sidrerías de renombre, desde El Mirador hasta El Submarino, dos establecimientos clásicos de la villa a los que se han sumado otros muchos en los últimos años. De las cuatro estrellas Michelin que hay en Parres —Casa Marcial y El Corral del Indianu—hablaremos otro día. Palabras mayores.

La sidra asturiana, en sus distintas modalidades y formatos, comparte espacio con cavas y otros espumosos.

Esta santificación civil de la sidra por parte de la UNESCO va a contribuir sin duda a popularizar aún más la bebida asturiana por excelencia, elaborada ya desde épocas prerromanas según algunos historiadores. Iba a decir que la distinción favorecerá además que la sidra traspase fronteras, pero esos límites hace ya tiempo que los ha superado.

Gestos como el que hacía el futbolista David Villa, que celebraba sus goles simulando la figura de un escanciador de sidra con sus brazos, dieron la vuelta al mundo antes del visto bueno de la UNESCO. El Guaje llegó primero.


David Villa celebra uno de sus goles con la selección española. Imita el gesto de un escanciador de sidra. Foto e información procedentes de EFE y La Nueva España.
La sidra traspasa fronteras

En la mañana de hoy, cuando ya parecía cantado el triunfo mundial de la sidra confirmado por la tarde, me acerqué al Mercadona que tengo al lado de casa, en la calle Príncipe de Vergara del barrio de Salamanca de Madrid. Ya sé que no es un destino muy representativo, pero es el que me quedaba más a mano. Allí, entre ofertas de turrones y langostinos, la sidra, en todas sus variantes y formatos —incluso sin alcohol—, comparte estantes con cavas y espumosos sin ningún complejo. Cierto que no sabe igual tomada aquí, en los Madriles, que en su lugar de origen, dirán algunos, pero ese es otro cantar, como el de las coplas de Carrascal*.

Dado que sería de una pretenciosidad imperdonable que yo escribiera de la sidra algo más que estas notas sentimentales de urgencia, recomiendo a todos los interesados en la cuestión que visiten la web oficial de su Consejo Regulador, en donde encontrarán información detallada y precisa. Entre otras curiosidades descubrirán las numerosas variedades de manzana admitidas para elaborar sidra asturiana con denominación de origen, nada menos que setenta y seis.

Los oriundos de Asturias no necesitan consejos, pero quienes viajen desde fuera a cualquiera de los setenta y ocho municipios del Principado, ya saben que es obligado ir de sidras y dejarse llevar por el ritual. Recuerden que se trata de una bebida para tomar en compañía, bien escanciada, y que cuenta incluso con vocabulario propio, fruto de siglos de tradición.

Distintas variedades de manzanas sidreras. Fuente: Sidraturismo de Asturias.

¡Ah!, y no se olviden de visitar el Museo de la Sidra, en Nava, destino obligado para quienes deseen conocer y disfrutar de la cultura sidrera con conocimiento de causa.

*Recuerdo de mi niñez y adolescencia parraguesas las inefables coplas o serenatas de Carrascal, canciones machistas y zafias que supongo y deseo caídas en el olvido. En una adaptación local de aquellos cantares de excursión en autocar, que hoy me producen sonrojo cundo mencionan en sus letras a las mujeres, ya había alusiones a la universalidad de la sidra: «Dicen que los de Arriondas no estamos en el mapa / Pero bebiendo sidra nos conoce hasta el Papa». También era frecuente ver en los coches de la época una pegatina en la misma línea argumental: «Con fabes y sidrina non fai falta gasolina». La verdad es que en cuanto a eslóganes hemos mejorado bastante desde entonces.