Papeleras bajo llave en El Escorial

Casita del Príncipe

Papelera en la Casita del príncipe

Que nadie tema: no son los candados del amor que traen de cabeza al ayuntamiento de Roma y a los regidores de otras ciudades europeas. En el parque de la Casita del Príncipe, en El Escorial, las papeleras están bajo llave por razones mucho más prosaicas, por motivos que ustedes mismos podrán deducir a simple vista.

No sé, sin embargo, qué es peor. Si una invasión de romeos y julietas inspirados por la dichosa novela de Federico Moccia o esta cercana realidad: hay que proteger la papelera con un candado porque, de lo contrario, puede volar con más rapidez que las bandadas de pájaros que surcan estos cielos, a veces tan azules como en la mañana de hoy sábado.

La Casita de Abajo, construida a finales del siglo XVIII para el entonces Príncipe de Asturias [el futuro Carlos IV], está rodeada de un magnífico parque abierto al público en el que las ardillas se pasean a su a antojo. Las papeleras, por el contrario, llevan cadenas. Su frágil aspecto de cestas de mimbre las convierte, por raro que parezca, en oscuros objetos de deseo. Pensar que algo tan volátil como el amor se puede garantizar poniendo candados en la barandilla de un puente da que pensar, es cierto, aunque no sé si tanto como esta imagen de las papeleras bajo custodia. Desear la eternidad del amor, incluso con algo tan agobiante como un cerrojo, inspira ternura y no deja de ser una aspiración romántica, pero posible: a veces se consigue. Admitir que alguien sueñe con birlar el cesto de la basura en un jardín abierto a todos produce una sensación que va del asombro al fracaso, al convencimiento de que hemos perdido los papeles.

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