Paso muchas mañanas por aquí a pie, camino del trabajo. En este edificio vivió los últimos años de su existencia la filósofa y ensayista María Zambrano. Tuve el privilegio de conocerla en esta casa, una tarde de primavera de 1989. Le iban a entregar el premio Cervantes y había concedido una entrevista previa para el Telediario de TVE, en donde yo trabajaba entonces. Me sorprendieron su lucidez y su compromiso. También su fidelidad a los principios y a las ideas que la obligaron a dejar España después de la guerra civil.
Cuando volvió del exilio, mediados los ochenta, fue una referencia cultural y ética, pero después, ya fallecida, ha caído en cierto olvido, como tantas otras figuras. Recuerdo bien su voz, dulce y fatigada, y aquella visita que le hicieron los Reyes de España en esta misma morada para darle personalmente el premio. La fragilidad física le impidió ir a recibirlo a la Universidad de Alcalá de Henares. Su discurso, lleno de lirismo y poesía, fue leído en su nombre por la actriz Berta Riaza.
Ahora, una placa recuerda su paso por aquí, con la inscripción de una frase suya, sencilla pero inquietante: «Solo se es de verdad libre cuando no se pesa sobre nadie; cuando no se humilla a nadie. En cada hombre están todos los hombres».
Pienso muchas veces en aquella tarde, en aquella mujer que amaba los gatos y a quien yo descubrí en alguna reseña periodística de José Miguel Ullán, otro olvidado. La entrevista para el Telediario fue larga y recuerdo bien mi lucha con los editores para lograr emitir al menos tres minutos, que ya era mucho tiempo, incluso en los formatos de la época. El resto, ahí seguirá, en el archivo de TVE. Y en la memoria.