
Fichas mecanografiadas de las obras de Cunqueiro en la Biblioteca Nacional de España.
Hace una semana tecleaba yo por estos lares electrónicos, con ínfulas de periodista transmedia, sobre las relaciones de Álvaro Cunqueiro con la máquina de escribir Smith Premier número 10. En un torpe e ingenuo intento de lanzar una suerte de teaser publicitario —el anticipo, adelanto o señuelo de toda la vida—, quise anunciar, Smith Premier mediante, la próxima aparición de mi antología de don Álvaro en castellano, dentro de la Biblioteca Castro: Al pasar de los años. Artículos periodísticos (1930-1981).
Continúo ahora con el mismo propósito.
Desde hoy y hasta entonces, a falta de once días para ese alumbramiento literario (20 de febrero), quiero ir compartiendo aquí ciertos detalles del proceso de búsqueda y selección emprendido hace dos años. Serán solo anacos, trozos y fragmentos del trayecto recorrido para llegar al destino feliz de cualquier obra: el escaparate o el estante de la librería. También se puede aplicar el cuento a la sección de ventas de una web, que los actuales caminos librescos son diversos y llenos de bifurcaciones y cestas o carritos virtuales. Cunqueiro, asombrado ya en su tiempo por el vértigo de los avances tecnológicos, no daría crédito ante el frenesí de ofertas y canales que nos rodean, pero ese es otro cantar.
DOS AÑOS DE ANDADURA
Dejo las digresiones antes de que sea tarde, pido perdón por los meandros y recupero el hilo. Aunque mi interés por el autor de Merlín e familia es antiguo, mi acercamiento al periodismo cunqueiriano adquirió nuevas dimensiones y perspectivas hace algo más de una década, cuando inicié una tesis doctoral fallida a causa de distintos compromisos profesionales. En 2018, liberado ya de esas ataduras laborales, recuperé el impulso y pude dedicarme casi en cuerpo y alma a la apasionante tarea de reconstruir —solo en parte, claro está— la andadura del Cunqueiro articulista, que se remonta a 1930 y culmina con su muerte en 1981. El resultado, como indicaba anteriormente, estará pronto en las librerías: Alvaro Cunqueiro. Al pasar de los años. Artículos periodísticos (1930-1981), obra editada por la Biblioteca Castro que reúne doscientos artículos, sesenta y ocho de ellos inéditos, distribuidos en diez capítulos temáticos.

Archivador de la Biblioteca Nacional de España.

Gaveta dedicada a Álvaro Cunqueiro. Detalle.
De Cunqueiro se ha publicado hasta ahora una veintena larga de antologías periodísticas, tanto en gallego como en castellano. Empezó la tarea el propio autor, con una selección de su columna «El envés», en la editorial barcelonesa Táber, allá por 1969, y la continuaron después, en las dos lenguas usadas habitualmente por don Álvaro, cunqueirólogos tan ilustres como César Antonio Molina, Xesús González Gómez, Montse Mera, Luis Alonso Girgado, María García Liñeira, Iago Castro Buerger… y unos cuantos y cuantas más, que la cofradía tiene una nómina numerosa y distinguida. La lista es tan considerable que, aún a riesgo de injustos olvidos, he dedicado en mi escolma nada menos que siete páginas a la bibliografía esencial sobre el particular.
Todas esas antologías precedentes me han servido de ayuda inestimable en mi peregrinaje, pero mi propósito —creo que cumplido— era, por un lado, rescatar algunos textos inéditos hasta ahora en libro y, por otro, acudir siempre a las fuentes primarias, a los originales publicados en su día en los respectivos medios. De todos ellos he hecho transcripciones y ediciones nuevas y, en algunos casos —matizo que esta no es una edición crítica— distintas anotaciones complementarias o aclaratorias.

Lector de microfilmes de la Biblioteca Nacional de España.
La tarea me ha obligado a pasar bastantes horas en la hemeroteca de la Biblioteca Nacional de España (BNE), en donde, a día de hoy, coexisten colecciones de periódicos en formatos aún muy dispares: en papel, microfilmados y digitalizados. He lidiado con todos ellos y conservaré para siempre en mi memoria el sonido trepidante del rollo del microfilm, las vueltas de esas bobinas misteriosas entregadas en unas pulcras cajitas verdes, etiquetadas con primor. Para un torpe de las manualidades como yo, y pese a la diligencia y ayuda del personal que atiende la sala, manejar las dichosas microfichas supone todo un reto. Cada vez que conseguía enhebrar bien el celuloide, y ver en la pantalla esos negativos en donde te dejas las pestañas, respiraba con cierto alivio por la proeza. Si, además de la parte mecánica, había suerte en la búsqueda y las máquinas fotocopiadoras respondían adecuadamente, mel sobre filloas, como suele decir mi amigo Armando Requeixo. Eso sí, siempre iba provisto de una lupa, no como atrezzo o fetiche cunqueiriano —don Álvaro las usaba mucho para leer la letra pequeña al final de su vida—, sino porque la mala vista es una de mis limitaciones congénitas.
LAS GAVETAS
Antes de llegar a la planta de la hemeroteca, dos pisos más abajo, el investigador se topa con unos antiguos archivadores de madera en cuyo interior dormitan referencias librescas anotadas con mimo, a mano y a máquina, por anónimos bibliotecarios. Las diferentes gavetas, esos cajones deslizantes tan largos que parecen una galería minera, están rotuladas con la palabra o el nombre que les ha correspondido por el azar del orden alfabético. Para mi regocijo y deleite —puestos a confesar pasiones, hagámoslo con finura— fue un placer descubrir —años ha, pero ahí sigue— el cajón denominado «Cunqueiro», con un interior repleto de notas sobre las obras de don Álvaro. Me he parado muchas veces delante de él y lo he abierto con curiosidad y nostalgia.
Otro día escribiré aquí de las consultas de los tomos en papel, colecciones de cabeceras que no han tenido el privilegio de ser copiadas en algún soporte físico o electrónico y que duermen en el olvido hasta que algún consultante las despierta del letargo.
HEMEROTECAS
El paciente personal de la hemeroteca de la BNE, que atiende con la mejor disposición a los bichos raros que acudimos allí, figura entre los muchos agradecimientos incluidos en la introducción de mi antología.
No ha sido la BNE mi única fuente hemerográfica, pero sí recordaré siempre con agrado los días pasados allí, iPad en mano, incluidos mis desplazamientos a la cantina y a las máquinas de café. En las bibliotecas, para no perderse entre el oleaje del papel, conviene moverse siempre con prudencia y con los ojos atentos del vigía: «No mar hai que estar sempre como en visita», escribió Cunqueiro al final de Si Sinbad volvese ás illas, la obra que ilustra el inicio y el remate de estas líneas.
Seguimos navegando.

Primeras ediciones, en gallego (1961) y castellano (1962) del Sinbad de Cunqueiro.