Estampas electorales

Luis Gómez Llorente y Javier Solana (Oviedo, 1977). Foto de Vélez.

En memoria de José Vélez, gran fotógrafo y periodista fallecido hoy en Oviedo, a los 80 años. Nunca olvidaré su fina ironía ni su manejo de la metáfora y del humor carbayón en aquellos años de la Transición, que compartimos. Descansa en paz, maestro.

[Estos apuntes sobre las primeras elecciones democráticas celebradas en España tras la muerte del general Franco (las del 15 de junio de 1977) están publicados en el número de marzo de la revista asturiana Atlántica XXII. En la imagen, tomada por José Vélez, aparecen los entonces dirigentes del PSOE Luis Gómez Llorente y Javier Solana Madariaga. Los enlaces del texto no figuran en el original: los he buscado expresamente para este blog].

Otra vez elecciones en Asturias. Y de nuevo a vueltas con la imagen, con la realidad y el deseo. Hace treinta y cinco años, en la noche electoral del 15 de junio de 1977, yo era un aprendiz de periodista que aún no había alcanzado la mayoría de edad oficial establecida entonces: me faltaban cinco meses para cumplir los veintiuno. No pude votar en aquellos primeros comicios de la recién estrenada democracia, pero hacía prácticas en un diario, “La Nueva España”, que había dejado de ser meses antes órgano del extinto Movimiento para convertirse en medio de comunicación del estado y, por tanto, con todas las dependencias imaginables del gobierno que presidía Adolfo Suárez. Pese a esas limitaciones, y con el apoyo de su redactor jefe -un brillante periodista: José Manuel Ponte- había publicado, en las semanas previas a los comicios, una pretenciosa “Guía electoral asturiana” en la que iba dando cuenta de las distintas candidaturas. Aquellas páginas, preparadas con más entusiasmo que conocimiento de causa, dieron origen a ciertas protestas. Algunos lectores del periódico llamaron indignados cuando apareció publicado el logotipo del Partido Comunista de España, la hoz y el martillo: La Nueva España, decían los disconformes, «nació para combatir el marxismo y no para reproducir sus símbolos políticos».

Tengo dos recuerdos muy claros de la lejana noche del 15 de junio. Uno de ellos tiene que ver con la carrera que me tuve que pegar de madrugada, calle Calvo Sotelo arriba, desde la sede del Gobierno Civil hasta “La Nueva España”. Nunca tuve afición ni cualidades para la velocidad, pero en aquel caso las prisas estaban más que justificadas porque llevaba conmigo los resultados casi definitivos del escrutinio. El PSOE, con 182.850 votos, había ganado en Asturias, seguido de la UCD (177.843), triunfadora en el conjunto de España.

Sin embargo, el momento que tengo más grabado de aquellas horas corresponde a la entrevista que le hice al nuevo diputado socialista Luis Gómez Llorente, cabeza de lista por Asturias. En la redacción de “La Nueva España” reinaba un ambiente festivo, con muchos invitados. Tuvimos que recluirnos en el archivo, lugar misterioso en torno al que circulaban todo tipo de leyendas urbanas sobre sus métodos de catalogación: bajo la etiqueta “Orantes”, el tenista, había también fotos de gente rezando. Allí, en aquel espacio surrealista, me empeñaba yo, joven trasnochado, en que Gómez Llorente se pronunciara sobre el uso y abuso que había hecho el PSOE del icono de Felipe González a lo largo de la campaña.

¿Ha quedado su partido reducido a una imagen, a una marca, a unos eslóganes?

Con tono profesoral, Gómez Llorente, laico y republicano, me aseguraba que no, que su partido tenía mucha historia detrás: no caería en esa tentación.

Faltaba aún tiempo para que sus desavenencias con el felipismo le apartaran casi por completo del PSOE. Después, ya se sabe: la imagen triunfó sobre la palabra, el marketing sobre las ideas y así sucesivamente hasta llegar a Twitter, que vale para todo. Fue en esa época cuando le escuché al entrañable Manolo Brun, pionero de la publicidad en Asturias, hablar de la importancia del envoltorio para vender el producto y de la necesidad, añadía, de aplicar esa práctica a la política. A mí, lleno de prejuicios, me abrumaba escuchar tales sacrilegios. Visto lo visto, aquellos balbuceos de la mercadotecnia electoral parecen lo que eran: pura ingenuidad.

La misma que yo practicaba por escandalizarme al contemplar que la primera asamblea de los catorce parlamentarios asturianos, entre ellos los veteranos comunistas Dolores Ibarruri y Wenceslao Roces, se reunía en una sala de la vieja Diputación presidida por un gran retrato de Franco. Tardaron meses en quitarlo, no sin resistencias ¿Premonición? Treinta y cinco años después, el comandantín, el siniestro general, solo es un guiñol de La Sexta y una obra de arte que ha causado polémica en Arco, pero ahí sigue, en la sombra: dando guerra.

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