La televisión pronto llegará / Yo te cantaré y tú me verás…
Lolita Garrido, 1947
El periodismo está perdiendo la memoria. Leo —y veo— con tristeza que la piqueta ha echado abajo la primera sede madrileña de Televisión Española (TVE), inaugurada en 1956 en el número 75 del Paseo de La Habana. En el solar —propiedad del Ministerio de Hacienda hasta su venta en 2015— se edificarán viviendas de lujo, según cuenta el diario ABC.
Recuerdo que tuve entre manos, hace ya más de una década, un viejo proyecto de veteranos profesionales de la casa empeñados en instalar allí un museo de la televisión. Era una buena idea, aunque precisaba tiempo y medios. Hice lo que pude —como intermediario— por impulsar su sueño, pero las prioridades eran otras entonces y aquella feliz y romántica iniciativa no llegó a buen puerto. Lo sentí sobre todo por uno de sus promotores, que, anticipándose a los acontecimientos, ya se había autoproclamado director del inexistente museo y hasta presentaba tarjetas con su nombre y el correspondiente cargo. Siempre he sentido simpatía por los gobernadores de ínsulas, así que, bromas aparte, creo que se perdió una oportunidad.
No conocí los inicios del Paseo de La Habana —nací un mes después de su puesta en marcha—, pero sí frecuenté sus instalaciones entre 2004 y 2008, en mi etapa de director de comunicación de RTVE porque allí se reunía cada quince días su consejo de administración. El 28 de octubre de 2006, con motivo de la conmemoración del cincuentenario de TVE, facilité a un grupo de fundadores de la casa —tuve el privilegio de tratar a varios de ellos— que celebraran allí el aniversario. Les hacía mucha ilusión soplar las velas entre aquellas paredes, en el mismo lugar desde el que TVE lanzó al aire su primera emisión pública.
He dedicado algunas horas de mi vida al estudio de la historia de TVE —en donde trabajé desde 1985 hasta 2008— y guardo bastantes materiales cuyo destino era una tesis doctoral sobre la Transición vista a través de Informe Semanal, un propósito que no pude terminar en su día. La vida está llena de paradojas: la asignatura que más se me resistió cuando estudiaba Ciencias de la Información fue Historia del Periodismo, que con los años se ha convertido en una de mis disciplinas favoritas. Por eso me ha apenado leer ayer en El País que el Museo de la Prensa de Washington atraviesa dificultades económicas. Sin memoria no puede haber periodismo, pero eso no parece preocupar demasiado en estos tiempos adanistas y olvidadizos. Al ser humano le gusta emular a Sísifo, aunque resulte agotador e inútil.
Ya lo dijo uno de los personajes de Volverás a Región, de Juan Benet, que he releído estos días: «En realidad el presente es muy poca cosa: casi todo fue».