
Doodle dedicado a Lope de Vega el 25 de noviembre de 2017.
Lope de Vega (1562-1635), escritor que persiguió con ahínco la gloria y el reconocimiento a lo largo de su atormentada existencia, es noticia hoy en algunos medios españoles. Aparece en numerosos titulares esta mañana por razones extraliterarias, simplemente porque Google le dedica su doodle —a ver quien es el guapo que evita la dichosa cacofonía— con motivo del 455.º aniversario de su nacimiento.
Con tal pretexto, ese doodle nuestro de cada día, algunos periódicos aprovechan la efeméride para recordar la agitada vida de Lope, en especial sus devaneos amorosos y sus rivalidades con otros escritores. Dos botones de muestra: en El País aluden al «dramaturgo de las aventuras galantes» y en La Voz de Galicia se preguntan «¿Por qué Lope de Vega odiaba a Cervantes?».

Casa Museo de Lope de Vega, en Madrid.
Con Lope de Vega pasa como con otros clásicos: recibe más citas que lecturas. Por suerte, sus obras sí que que se representan y se reinterpretan. En Madrid, el Teatro de la Comedia anuncia para la semana próxima el estreno de una nueva versión de La dama boba, «una sátira contra el machismo que crea «a la mujer perfecta»», según informa Europa Press.
Esta mañana, al ver el doodle de Lope, he pensado de inmediato en Antonia García Cabrejo, a quien Alonso Zamora Vicente describe como «mujer dedicada al comercio de antigüedades, especialmente de encajes», fallecida en 1929. A doña Antonia, cuyo retrato preside el despacho de la Real Academia Española que tuve el privilegio de habitar durante los últimos ocho años, se debe la donación a la RAE, en 1931, de la actual Casa Museo Lope de Vega, morada del escritor hasta su muerte en 1635.
Dice hoy La Vanguardia, a propósito del doodle sabatino, que «el gigante de Silicon Valley rinde homenaje al ilustre Lope de Vega». Tampoco conviene exagerar: solo es un guiño pasajero, flor de un día. Pero ojalá que este reclamo, tan universal como efímero, lleve a algún lector hacia el territorio de la inmensa obra de Lope, peregrino en su patria.
Tal vez alguien, avisado por el doodle, se anime también a acercarse a su casa y a su huerto. Y a contemplar ese «jardín, más breve que cometa», mencionado por Lope en algunos versos, como en este final del soneto titulado Discúlpase el poeta del estilo humilde, un ajuste de cuentas con el destino, propicio a los reveses y desengaños:
Mas tengo un bien en tantos disfavores, / que no es posible que la envidia mire: / dos libros, tres pinturas, cuatro flores.

Jardín y huerto de la Casa de Lope, en Madrid.